jueves, 2 de julio de 2009

bajar.amontonar.soñar

Bajaban hacia él, algunos cientos de peldaños, y se sumergían. Inmersos ya en el túnel, ya en la masa humana que lo recorre, pedían el boleto, lo compraban o ya lo tenían y lo buscaban en el fondo de un bolso o mochila lleno de cosas que sirvieron en algún momento del día pero ya no, ahora tan solo son una carga que pesa sobre los hombros y esconde en sí misma boletos de subte como tantas otras cosas. Subterráneo. Pasan el pase / tarjeta por la ranura que se encuentra en esas máquinas apropiadas para tal fin: para pasar de un lado libremente y del otro tan solo con la contraseña adecuada. Ahora estamos del lado incorrecto, del de la búsqueda del pase, de introducirlo, de sacarlo del otro lado.
Sirena.
Se fue, se fue. Te decís, me digo, todos nos decimos. Porque sí, se fue y ya no vale la pena apurarse. ¿Para qué? No quiero que me coma un brazo. Reíte. Entonces, pasan hacia el otro lado, al del andén donde se espera. Y todos piensan (¿qué mejor lugar para pensar sino el andén y la masa en sí misma?¿por qué no?) y, cuando se sumergen, se disuelven pensamientos con miradas, solución irresistiblemente tácita que te provoca a seguir. Por lo menos, te vas un rato de tu vida, te convertís en sujeto sin nombre, en célula de un sistema mucho más grande, tan solo un punto sujeto de un pequeño cordel que se balancea. (Porque siempre está la posibilidad de caer hacia el vacío y perder el mundo que conocés, el sistema que conocés, lo tácito, siempre está la posibilidad de perderlo y perderte en los pasillos que nunca acaban. Siempre está la posibilidad de perder el subte. La sirena. Y adiós.)
Pero, no te preocupes, alguien va a seguir de todas formas. La masa humana nunca se disuelve al fin y al cabo, solo tu te disuelves en ella y ya no sos quien sos. Es por eso que tu mochila allí abajo ya no sirve para nada, porque todo eso que sos, tu historia, eso que traés contigo, ya no tiene sentido, nadie lo sabe, nadie puede opinar ni mirarte por lo que sos. Eso sí, todos te miran, todos se miran, pero simplemente como alguien más que circula, como parte de un mismo todo. Y capaz, hay quien se pregunte mientras te mira qué sos vos afuera de eso del subte. Pero son tan solo imaginaciones, pensamientos como tantos otros que circulan por allí, que rápidamente son tapados por otros, y otros y más otros. Que se amontonan. Torrecitas que en algún momento caen y explotan y desaparecen de este mundo.